Una ventana.
Una mano asoma.
Inerte.
El vecino que me mira
desde arriba,
me vigila.
Nada quiere, nada pide.
Sólo mira, mira y calla.
Le dedico una mirada furtiva,
cual cazador mira a su presa.
Él no reacciona.
No hay signos de sorpresa.
Se accionan los mecanismos
sacados de los abismos,
los que la piel cubre. Todos.
Comienza a llover,
y entonces empiezo a ver.
La ventana del ayer,
la ventana del haber.
Una nube que cubre el cielo, inerte,
una nube de vida y muerte.
Nada más.
Nada más.
Sólo
psycho.
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