jueves, 13 de octubre de 2011

Trece.



Un reloj.
Un reloj veía.
Un reloj veía las horas pasar.

Como un reloj.
Las horas se convertían en recuerdos.
Los minutos en pasado.
Los segundos, en pérdidas.

Recuerdos. Todos ellos.
Agolpados en mi mente.
Agolpados en tú mente.

Y ya era hoy.
Era hoy.
No ayer. No hace un mes. No.

Un trece.
Un trece que,
al contrario de las mentes corrientes...

Vuela.
Duele.
Siente.
Ama.

Una gota de esperanza en este mundo, dentro de mi cabeza.
Eres tú.
Un trece.

Todo lo veía borroso.
La lluvia caía sobre mis mejillas, sobre tus labios.
Cada uno estaba lejos. Lejos.
Ninguno conocía la existencia del otro.
Pero se sentía. Las mentes coexistían...
Y todo lo que quiero darte, no te lo puedo dar.
Y todo lo que quiero escucharte, no te lo puedo quitar.
Y todo lo que quiero abrazarte, no te puedo abrazar.
Porque eso eres tú. Todo.

Un lejano día de octubre. Un trece.
Porque ese día nació mi esperanza.
Porque ese día nació mi ilusión.
Porque ese día nació mi amor.
Porque ese día, una parte de mí nació contigo.

Y ahora añoro tenerte aquí... Tal día como hoy.

Un trece.

No hay comentarios:

Publicar un comentario